Los nuevos catalanes

En ocasiones me gusta ver las televisiones autonómicas, y este mediodía, en Canal Sur de Andalucía, he visto un programa interesante que me ha hecho meditar.

Se trataba de un pequeño pueblo, de la Andalucía interior, donde llegaban un par de autobuses desde Catalunya, con viajeros oriundos de esa pequeña población, que trabajan y viven en el Principado. Al llegar, cosa natural, abrazos, besos y la alegría de volverse a ver familiares y amigos, o como una señora que nada más bajar del bus, con ese aire gracioso de las andaluzas, se ha puesto a bailar una sevillana. Nada que objetar por mi parte, sino felicitarles por los deseados encuentros.

En ocasiones he leído que en Madrid no te preguntan de donde vienes, sino que te acogen como eres. No es verdad. Te acogen si llegas allí y hablas su lengua, si te implicas en sus costumbres, si no pretendes imponer tus criterios. Lo mismo que en Catalunya, salvo que si llegas allí y quieres que sean los catalanes los que se acojan a tus costumbres, cultura, lengua, etcétera, no tú a ellos que eres el forastero, puede haber rechazo.

Ya de primera o segunda generación, en Catalunya hay más de un millón de personas procedentes de Andalucía, Murcia, Extremadura, Castilla, Aragón… Es verdad que las nuevas generaciones hablan el catalán, pero nada más; integrarse en su cultura muy poco o nada. Eso sí, son catalanes, pues allí han nacido unos y empadronados otros.

Para entender esto un poco más, diré que no hace mucho, alguien que se dice catalán pero no de origen, me decía: “No me gusta el fútbol, pero si me gustara sería del Español, no del FC Barcelona”. ¿Por qué? Para mí por una razón, por el propio nombre del club: Español, porque es el club de los no catalanes de sentimiento y porque el FC Barcelona defiende sus raíces catalanas, su cultura, su lengua, sus reivindicaciones, su esencia catalana en definitiva. O sea, que hay cierta catalanidad de los allí llegados, descafeinada, cuando no es rechazada.

Y así vimos como no hace mucho, y bendecido por cierta banca española y sufragado con sus aportaciones dinerarias, nacía un partido político, Ciudadanos, que pretendía adueñarse de los centros de decisión catalanes para imponer su criterio castellanista o españolista, desde la propia Generalitat. Un intento de rebajar la catalanidad en Catalunya, una aberración, un sinsentido, un esperpento. A nadie se le hubiese ocurrido hacer esto en Madrid, porque allí sale a palos.

Creo que nadie debiera perder sus orígenes, y que si ha de transmitirlos de generación en generación lo aplaudo, pero como dice un viejo refrán, “el hombre es de donde pace, no de donde nace”, y si un millón o más de andaluces, extremeños, manchegos, murcianos, pacen en Catalunya, porque en sus tierras de origen solo encontraban trabas para progresar, como mínimo debieran respetar la idiosincrasia catalana, no luchar contra ella. Además de que, “si ser agradecidos es de bien nacidos”, agradecer a quienes te acogen, te ofrecen trabajo, progreso, futuro y bienestar, mejor corresponder que no morder su mano. Hay muchos “arrimadas” en Catalunya, aunque cuando salieron de allí por piernas al conocer sus malas intenciones, ni en Madrid, el rompeolas de España donde intentaron refugiarse, ni en su Andalucía natal, han sido bien acogidos. Por algo será, digo yo..

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