Quisiera no saber escribir

Estas palabras fueron pronunciadas por un gran hombre, el gran Nerón César. Fue una expresión espontánea, magnánima por el significado que encerraba, generosa y al mismo tiempo llena de gran mansedumbre, demostrando al mundo su bondad en competencia con su fortuna.

Antonio Burro, colaborador de Séneca, al servicio de Nerón y prefecto del pretorio al frente de las tropas pretorianas instaladas en Roma, pedía al gran Nerón que escribiese en un papel que le mostraba, los nombres de los culpables y el castigo que impondría a unos ladrones. Y tras rehusar varias veces el papel en blanco que se lo ofrecía para tal denuncia, así respondió en gran hombre: “Quisiera no saber escribir”. Desconozco si Nerón sacrificó la blancura inmaculada del papel escribiendo los nombres de aquellos indignos, pero queda claro su deseo de no poder hacerlo, deseando no carecer de cultura alguna al extremo de no saber escribir.

¡Cuán lejos están nuestros politiquillos actuales de la altura de miras y magnanimidad de esos próceres de la antigüedad!, ¡cuán lejos de su dignidad!, porque exclamación como esta es digna de ser escuchada por todos los pueblos del mundo y expresada en los más altos Foros Internacionales del mundo. Exclamación digna de ser pronunciada ante la mayor Asamblea Universal y la que todos los reyes y principales del mundo debieran jurar, hacer cumplir y cumplir. Exclamación, pues, digna de la inocencia pública del ser humano, que debiera empeñarse en reverdecer aquella lejana época.

Se hace cada vez más necesaria la convocatoria para alcanzar un acuerdo sobre la equidad y el bien pensando en el Hombre, y expulsar de la actual sociedad la codicia de lo ajeno, de la cual nace toda iniquidad humana, todo lo perverso. El resurgimiento, en definitiva, de la piedad, de la que tan huérfanos estamos y que, tras un dilatado dominio de los vicios, se abriese paso a una etapa, larguísima, de virtudes, felicidad y armonía.