Viejos y jóvenes, la eterna lucha

En todas las épocas, desde que el mundo es mundo, ha existido un marcado contraste entre los viejos y los jóvenes. Este contraste es algo natural y lógico, tan lógico como el nacer y el morir, siendo, por tanto, inevitable. Cuando digo contraste me refiero únicamente a la capacidad de adaptación que es distinta en cada edad. Un ser de veinticinco años no puede pensar y actuar como otro de cincuenta, y uno de cuarenta mantendrá puntos de vista completamente distintos de otro de setenta u ochenta. Pero ¿es necesario realmente ese constante choque entre las distintas generaciones? ¿No puede cada una de éstas poner algo de su parte para vivir en paz, sin renunciar a sus ideas?

Gran parte de las discusiones entre viejos y jóvenes tiene su origen en la falta de tolerancia y en no ponerse cada cual en la parte del contrario esforzándose por comprender sus ideas. El joven, lleno de vida, de proyectos y de sentido de la libertad, ve el mundo con ojos distintos que el viejo lleno de experiencia, cuyas ilusiones han ido desapareciendo y cuya vitalidad va en descenso cuando no agotada tanto física como moralmente. El joven cree poder llegar a todas partes sin ayuda de nadie y en el consejo de la gente madura no ve más que falta de comprensión o mezquindad de criterio. El viejo, a su vez, cree poder ayudar a la juventud a evitar que tome resoluciones irreflexivas y a emprender caminos falsos, y aquí comienzan los malos modales de los jóvenes que se traducen, muchas veces, en contestaciones irrespetuosas que hieren y disgustan a quien dio el consejo. Esto sucede, sobre todo, cuando viejos y jóvenes han de convivir estrechamente como hoy en día ocurre con frecuencia.

Aunque a los jóvenes les cueste comprenderlo, tanto la juventud como la madurez tienen derecho a existir, por mucho que no lo reconozcan. Ya los pueblos más antiguos lo sabían; si no pensemos en la veneración de los jóvenes hacia los ancianos en China o Japón actualmente, y no digamos en la antigua Grecia o Roma. Nada hay más necio que creer que el mundo es de los jóvenes. La juventud es efímera y no tardarán muchos años en convertirse ellos mismos en personas mayores.

No es mi intención determinar en este comentario quién tiene la preferencia y a quién corresponde el primer lugar, sino demostrar que lo más necesario para la felicidad humana es la mutua tolerancia y comprensión. Algo así como la mujer y el hombre, que son complementarios y necesarios y la igualdad en derechos y obligaciones es vital para alcanzar una mejor sociedad.


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La experiencia es el conocimiento de algo, o la habilidad para ello, que se adquiere al haberlo realizado, vivido, sentido o sufrido una o más veces, por lo tanto, de acuerdo con esta definición, la edad nada tiene que ver. Un ejemplo: ciertos mozalbetes pueden tener mucha más experiencia en los juegos de ordenador que yo, pese a mis 86 años, ya que nunca he jugado con ellos.

Pero experiencia es también el conjunto de conocimientos adquiridos en la vida, o en un periodo determinado de ésta. Queda claro que a mis 86 años mi experiencia es muchísimo mayor que la de ese muchacho de diez o doce que se mueve con gran destreza con el mando de la consola. Por lo tanto si bien es verdad que en general y en conjunto tiene que ver con la edad vivida, no lo es menos si se trata de la experiencia en un tema concreto. Aquella persona, aunque tenga 90 años, que no haya tenido en sus manos una caña de pescar en su dilatada vida, poca experiencia tendrá en este deporte o entretenimiento de la pesca desde la playa o la rompiente; igual no sabe enganchar una lombriz en el anzuelo.

En el conjunto de la vida, ni siquiera solo la edad sirve para la experiencia de la misma, ¿qué experiencia puede tener un anacoreta que vive aislado de la sociedad?, sirve si se viven infinidad de momentos de los que aprender, bien por los aciertos de las decisiones tomadas, bien por los errores, ya que según hay quien dice, y yo me sumo a ello, que de los errores se aprende más que de los aciertos. Y es por este motivo que soy partidario de que los jóvenes, sin desdeñar la experiencia de sus mayores, deben proyectar su vida de acuerdo a sus ambiciones, y según les vaya irán aprendiendo en más o menos.

Lo que me desagrada, pese a las posibilidades que tiene la actual juventud para asistir a las Universidades, fuente de tantas culturas y ciencias, es que recién salidos de ésta, y sin experiencia personal de los aconteceres de la vida en general, se crean poseedores de las verdades y razones y pretendan gobernar el mundo; en este menester, la experiencia adquirida tiene mucho valor. Dejándoles la gobernanza, sus errores (que indiscutiblemente los tendrán) no solo lo pagarán ellos, sino que los transmitirán a toda la sociedad.

Los hay que dicen que la experiencia es un grado, y puede que tengan mucha razón.

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¿Estás segura? Yo no. Y te lo digo porque no dejo de aprender, y condiciones del ser humano que creía conocerlas, en ocasiones me llevo la sorpresa de que es algo muy diferente. Otra cosa es que creamos que ya hemos alcanzado el cenit del conocimiento a determinada edad, que nadie nos va a enseñar ya nada, que somos los que podemos enseñar a los demás, que estamos a la vuelta de todo... pero eso, a mi parecer, sin pretender decir que estoy en lo cierto, no lo creo así. La vida es un aprendizaje que no termina nunca mientras vivamos. Nuestro aprendizaje termina una vez dentro de la caja de madera, y, aún así, todavía los hay inocentones, que creen en otra vida y que además es eterna.

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