No encontré a Sabina

NO ENCONTRE A SABINA

Puse el despertador a la 08.00 h. soné la sintonía musical pero aun asi me demoré en
la cama un cuarto de hora mas. Cuando pegué el salto definitivo al mundo de Ios
despiertos, el segundero digital seguía sin tregua su inexorable camino.
Había que darse prisa si no, no lo encontraría. El paso por el cuarto de bafio se llevo
otra casi media hora y ya eran casi las nueve cuando la perilla me llamo a su atención
porque había que ponerle a calentar la comida, ponerle la insulina, las gotas en los
ojos para la conjuntivitis, darle con el yogurt sin azucar la pastilla del antibiótico para la infencion de la boca, y cuando deposité su comida en el suelo después de sacarla del  microondas, sali pitando en busca del ascensor cuando ya las 9.45 h. horas se
asomaban en mi reloj de pulsera. Habia que llegar a tiempo si no todo estaba perdido, asi que una vez en la calle puse en préctica la marcha de cuando quiero adelantar a las Tusas, a los chinos que reparten su comida a domicilio, y a Ios carteros en horas punta, y en cuatro zancadas me atravesé el barrio. Corria tanto que el aire zumbaba en mis sienes y la mochila la levantaba el aire de la velocidad, y cuando llegué al primer kioscojadeante solo tuve aliento para decir.

.-Oiga me da el .............
El hombre no me dejo terminar, y con la cara alegre y festiva que acostumbran algunos comerciante me respondió.
.- No quedan,... se han acabado.-
.- Pero oiga si todavía no son ni las diez de la mañana como puede ser eso.-
.- Pues venga antes. A mi que me cuenta.-
.- No si le parece haré el turno de noche en su puerta para comprarle algo que se
vende en otros sitios.-
.- Pues hale, búsquese la vida.-
Eran las 10.00 h. cuando emprendí la carrera hacia otra papelería o kiosco, me daba
igual, lo que encontrara primero. Sudoroso me dirigí a la carretera principal, allí en la
papelería había poca gente y cuando me llego el turno, la misma pregunta y la misma
escasa respuesta.
No.- No quedan.-  .- Pero oiga si solo son la diez de la mañana como que ya no quedan.-  Y este comerciante con la misma cara de amabilidad y exquisitas maneras, soltó.
.-Pues haber venido antes.  .- Oiga que es domingo y no voy a madrugar para un producto que cada dia los tiene  que devolver porque no los vende.-  
Mientras tanto Ia mañana seguia avanzando ajena a mis prisas e impaciencia, ya eran  Ias 10.10 h. A la carrera pues emprendí la subida de la cuesta que me llevaba hacia  otro nuevo kiosco - en ese kiosco nunca hay nadie, me dije- y cuando lo divisé y mucho  antes de llegar, la cola llegaba hasta a la esquina.

Cubierto de sudor y con la ansiedad  reflejada en la cara contaba los minutos que tardaba cada cliente en ser atendido.  .- Oigan,.. Dense prisa por favor.-  Y todos miraron para atrás como molestos y la cara agria de los días laborables. Por fin  llegando ante el dependiente me toco, pero a la vista no estaba lo que buscaba, y con  cara lastimera, como de pedigiiefio pidiendo al peatón una limosna para su recién de vino, dije.  .- Buenas,...me da el .......... ..-  .- No quedan se han agotado.-  Ya ni siquiera dije nada, sino que con cara de perro perdido me alejé del kiosco bañado  en sudor y jadeante. Pero quedaba una filtima oportunidad, y aunque ya eran Ias 10.20  h. se podria intentar. Asi que de nuevo empecé a correr por Ias calles como alguien  que huye del cobrador del frac, seguido en mi loca carrera por una jauría de perros y  de niños alborotando, empujando y casi tirando en mi particular maraton, al suelo a  varios ancianos y pisando el cemento fresco de Ias obras fui llegando a la calle, a la  papelería ansiada, pero iHo! maldicién de los dioses editores iiestaba cerrada!!  {Para qué querían una papelería cerrada en domingo si es cuando més periodicos se  venden,? me preguntaba, pero si, no habia dudas, no tenia visiones, Ia persiana bajada  me lo cantaba a ritmo de marcha fúnebre.  Tambaleándome, derrumbado, rendido física y anímicamente me dejé caer en uno de  los bancos con que me tropecé, y alli cuando ya eran casi Ias 11.00 h. me convencí de  que ya no había remedio había perdido EL PRIMER LIBRO DISCO DE SERRAT Y SABINA  "F|SICA Y QUIMICA.

No somos na

Qué mala suerte, Baraka, hay que madrugar más.