Algo que se nos fue para siempre

Buenas tardes, amigos. Hoy, al regresar de mi visita a los Encantes Viejos de las Gloríes de Barcelona, quiero compartir mis impresiones sobre este lugar tan especial.

Los Encantes, que se encuentran a solo cuatro paradas de metro de mi casa, y que he visitado regularmente desde que llegué a esta ciudad, han experimentado cambios significativos a lo largo de los años. La expansión de la Avenida Diagonal hacia el mar, dando lugar a Diagonal Mar, trajo consigo una nueva prolongación de una de las arterias más transitadas de Barcelona, que, al pasar por debajo de la rotonda A33, eliminó un amplio estacionamiento que solíamos utilizar los visitantes de este mercadillo, dejando el recinto aún más pequeño y rodeado de carreteras.

En los últimos años, las paradas han cambiado, al igual que su oferta y los comerciantes que las atienden, la mayoría de los cuales son descendientes de los antiguos vendedores. La introducción de puntos de reciclaje ha eliminado del negocio a aquellos que solían recoger objetos de las basuras, y de las demoliciones de casas. Ahora, la mayoría de los puestos ofrecen liquidaciones de ferreterías, droguerías y tiendas que han cerrado, con productos a tan solo 1 €.

Mientras paseo por las estrechas callejuelas formadas por los puestos, y suelo de tierra, a ambos lados del camino, bajo un cielo nublado que de vez en cuando permite que el sol brille, observo cómo este mercado se ha convertido en una parada popular para los turistas, especialmente las "guiris" que rebuscan entre montones de ropa usada, que en algún momento fue donada a las parroquias para los necesitados, pero que, de alguna manera, terminó aquí, causando la alegría de estas visitantes extranjeras que a menudo encuentran verdaderas joyas.

Las antigüedades son cada vez más raras, ya que las pesadas planchas de carbón, las balanzas de platillos y las máquinas de coser, con muebles, han desaparecido hace mucho tiempo. Sin embargo, y de vez en cuando, alguien llega con muebles antiguos de una casa antigua o masía, y estos se venden rápidamente, lo que demuestra que todavía hay un mercado para estos objetos.

Entre las numerosas paradas de ropa y calzado chino, se pueden encontrar algunos restos de equipos informáticos, pero ahora están cuidadosamente empaquetados en sus cajas originales, con precios de tienda y sin posibilidad de regateo. Los expertos en electrónica de mi época se han jubilado, y solo me quedan los recuerdos de cuando montaba un osciloscopio con su ayuda.

Mientras camino por el mercado, doy vueltas una y otra vez en busca de algo que ni siquiera puedo definir. En realidad, estoy buscando un tiempo pasado que parece escaparse, porque la verdad es que no necesito nada de lo que veo. Simplemente, me dejo llevar por el ambiente de búsqueda de gangas, observo, toco y escucho el bullicio de los vendedores. En medio de todo esto, un turista alemán tropieza conmigo, y le advierto sobre la mala sujeción de su mochila, consciente de que podría perder algo de valor en medio de la multitud. Yo mismo me aseguro de que mi cartera esté bien guardada, ya que el mercado, y así se avisa por los altavoces, es conocido por la abundancia de carteristas.

Mientras escucho al altavoz anunciando que para el próximo julio el mercado se trasladará a un nuevo lugar bajo la antigua autopista, una estructura de hormigón y suelo de cemento, sin el encanto y los regateos que caracterizaban a este lugar de toda la vida. No puedo evitar reflexionar sobre cómo Barcelona está perdiendo gradualmente sus lugares icónicos. Aunque nos quedan los Encantes Nuevos, pero eso es otra historia.

Saludos cordiales,

Te leo y ya me parece estar allí, paseando por donde has andado...
Es verdad que todo va cambiando y lo que era, ya no es.
Pasa en muchos lugares que recuerdo con cariño y demasiada nostalgia.
Y prefiero no volver en determinados sitios, porque seguramente empezaría a llorar y no sabría parar...

Gracias por tus sabias palabras, Baraka.

Hace años que fui la última vez a los Encantes, no me gustan, todo allí parecía viejo y usado. Pero te entiendo, Baraka, a papá también le gustan esas cosas.