Mi cafetería.

Una vez más se ha cumplido con la tradición española de celebrar el cambio de año comiendo 12 uvas al ritmo que marcan las 12 campanadas del reloj más céntrico de la península, el de la Puerta del Sol.
Aunque hay renegados que quieren romper cualquier oportunidad de que los habitantes de este país se sientan unidos, al menos durante un minuto todos los españoles de bien hacemos algo al unísono, nunca mejor dicho, escuchar las campanadas de un reloj que anuncia el cambio de año.

Pero este acto tan popular tiene un par de curiosidades que a lo mejor no conoces.
La Primera, la tan manoseada interrogante de por qué se toman uvas. Yo no entraré en ello porque hay varias explicaciones, aunque para mí todo se reduce al hecho práctico de que las uvas son pequeñas, fáciles de preparar, servir y tragar por todo el mundo. Hay que tener en cuenta que las campanadas suenan cada tres segundos y en un total de 36 se tienen que haber comido todas para inmediatamente después reír, comentar que nos hemos atragantado, repartir besos y brindar por el nuevo año.

La segunda curiosidad está un poco más oculta, pero a la vista de todos…
Hasta finales del siglo XIX saber la hora exacta era un privilegio de gente acomodada. No todos tenían dinero para comprar un reloj, mucho menos “de bolsillo”.
En general, en pueblos y ciudades la comunidad se regía por los toques de campana que desde las iglesias marcaban con dudosa exactitud el paso de las horas.
Por ejemplo, en el Madrid del siglo XVIII la céntrica Iglesia del Buen Suceso contaba en su torre con un primitivo reloj de una sola saeta, con el que se controlaba las llegadas y salidas de las diligencias de pasajeros y envíos de correo.
Pero la poca exactitud de aquél reloj y sus frecuentes atascos obligó a que en 1848 se cambiara el mecanismo por uno nuevo que tampoco funcionó bien.
Al derribar la Iglesia del Buen Suceso en 1854 para remodelar la plaza que hoy llamamos Puerta del Sol, se aprovechó para instalar en la fachada del edificio de Gobernación un reloj de torre fabricado por el relojero Tomás de Miguel, que presentaba tres esferas (orientadas una a la fachada, otra al lado izquierdo y otra al derecho) con la gran novedad de incorporar la saeta del minutero. Su aspecto era muchísimo mejor pero continuaba dando problemas. El más evidente, que cada esfera mostraba a veces una hora distinta.
En 1860, al reloj se le añadió una bola que caía al tocar las 12 en punto y a la que se llamó: “la bola eléctrica”, pero aquél mecanismo seguía siendo fallido.
La situación solo se solucionó cuando en 1866 el famoso relojero español exiliado en Londres José Rodríguez Losada regaló a la capital de España un nuevo reloj de su invención, de una precisión desconocida hasta la época. Desde entonces es aquel hermoso reloj el que anuncia a todos los Españoles el paso de un año al siguiente.

Se tardó tres años en construirlo y finalmente, el 19 de noviembre de 1866, el nuevo reloj fue inaugurado por Isabel II con motivo de su cumpleaños.
La bola que descendía a mediodía hacía sonar un timbre y dicho sonajero de mediodía se mantuvo hasta la década de 1930. El reloj ha funcionado perfectamente y con suficiente precisión hasta la actualidad, dando las campanadas de fin de año.
Cada año unos 28 segundos antes de las doce de la noche del 31 de diciembre, la bola del reloj baja para anunciar que el año está a punto de terminar. Luego suenan los cuatro cuartos y después las 12 campanadas.
Así el reloj de Gobernación tiene otra importante utilidad aparte de dar la hora exacta y es que está documentado como desde diciembre de 1896 se celebra la tradición de comer doce uvas al compás de las doce campanadas del reloj de la Puerta del Sol.


P.D.: Para quien desee saber más del insigne relojero Don  José Rodríguez Losada quien incluso fue seleccionado para terminar de construir el famoso reloj del Big Ben de Londres, aquí dejo unos links.

https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Rodr%C3%ADguez_Losada
https://www.publico.es/culturas/espanol-hizo-sonar-big-ben.html

Bueno Manu, aquí es costumbre tomar las uvas conectados a tv3, aquí casi nadie ve las campanadas de la plaza del Sol, además tengo entendido que es una plaza muy pequeña, prácticamente un cruce de calles.

Feliz año.

¡¡¡ Feliz año Tombita !!!

Supongo que en efecto las campanadas sonarán de otra manera en catalán. En vez de "din dong" serán "pin demon", pero no sé si musicalmente serán mas armoniosas.

En cuanto al tamaño de la plaza te confirmo que sí es pequeña, hay sitios mayores. Esta tiene solo 12.000 m2 de área y aunque antes de la pandemia se congregaban allí 25.000 personas para celebrar las campanadas, este año solo se ha permitido entrar a 15.000.
Para que te hagas una idea de las dimensiones, la plaza Barcelonesa de San Jaume tiene un área de 3.000 m2, o la famosa plaza del ayuntamiento de Valencia 6.000 m2.

Jajajaja "pin demon", muy bueno Manu.

12.000 m2 son muchos metros, creía que era más pequeña por lo que me habían dicho. La plaza de Sant Jaume de aquí, de Barcelona, es como un patio de vecinos, es muy pequeñita, sí.

La estrategia es vieja e incluso estudiada científicamente en época moderna por un tal Joseph Overton, tomando de ahí el nombre por la cual se conoce: “la ventana de Overton”.
Grosso modo, podemos sintetizarla en una frase: hacer que la población acepte mansamente ideas o hechos que son de partida inaceptables.

¿Cómo se consigue?
Hay muchos especialistas (yo los considero: traidores a su sociedad) que tienen por trabajo inventar acciones para modificar la opinión pública. Son, “consejeros”, mercenarios  pagados por los políticos con el dinero recolectado con los impuestos de la propia población a la que van a perjudicar.
Pero en vez de intentar explicar la teoría, voy a visualizar un ejemplo:

Si a ti te dicen que cada año van a entrar en tu país un mínimo de 30.000 personas sin identificación ninguna de su procedencia. A las que subiendo tus impuestos van darle: comida y alojamiento gratuitos; cobertura sanitaria en igualdad de condiciones como la que tú pagas; y además en los casos que se quedan legalmente, una “paguita” mensual para sus gastos. Si además confirmas que esas personas no hablan tu idioma ni ponen interés en aprenderlo. Que son de otra religión y no aceptan cambiar ni sus iglesias, ni sus costumbres. Y que todos los gastos generados por su manutención y la gestión administrativa de ellos, son pagados con el dinero público que se recauda incrementando tus impuestos… ¿Pensarías que es una situación aceptable?

No hace falta que respondas, porque la ventana de Overton ya ha funcionado sobre ti.
Gracias a potenciar el sentimiento de lástima, natural y característico de los españoles, esté se sobrepone a una reflexión neutra.

Donde comen dos, comen tres. Pero donde comen dos, no comen 20 de por vida, si a esa comida solo aportan los dos iniciales.
Y es en este país donde hay más cantidad de ONGs, ministerios y funcionarios, burocracia y gastos creados para atender a personas que vienen por problemas creados en otros países.

Alguien podría echarme en cara que soy de pensamiento retrogrado y que en tiempos de la guerra civil muchos españoles también fueron migrantes a tierras Hispanoamericanas, a Francia, o a Alemania.
Pero merece la pena recordar, cómo aquellas personas necesitaron un permiso para entrar en aquellos países y no tuvieron ningún beneficio social por encima de la población autóctona.
En el caso de Francia y Alemania, incluso fueron tratados con desprecio y humillación. Obligados a hablar el idioma, sí o sí. Y en el caso particular de Hispanoamérica (mención especial y agradecida a la bondadosa población mexicana) existía la ventaja inmejorable de que los inmigrantes llegaban con el mismo idioma, la misma religión, semejantes costumbres y exactamente el mismo respeto por las leyes.

Ayudar al necesitado es humanamente loable, no se puede negar. Pero crea un problema a largo plazo que nadie (y menos las ONGs) se preocupa de informar. ¿Cuál es el futuro previsto para los “migrantes”? ¿Hay estadísticas veraces de si esas personas llegan a tener un trabajo y una vida productiva? ¡Porque eso es exactamente lo que se nos exige a los que hemos nacido aquí!

Desde hace décadas hay calculada una media de 30.000 africanos anuales que van llegando a España en grupos de 100 o 200, periódicamente durante todo el año en embarcaciones precarias. Siempre con una embarazada o algún menor a bordo. Por desgracia, la mayoría deshidratados o aquejados de calor o frío extremo. Otras veces “por casualidad”, rescatados a propósito en alta mar por embarcaciones de ONGs que los traen a España.
Una vez aquí, previa grabación para los telediarios del sufrimiento marítimo, los hacinan en albergues. Donde amontonados aprenden “los derechos” que adquieren automáticamente solo por tocar tierra española.
De esta manera, llenando cada informativo de imágenes dolientes y ocultando la repercusión que este asunto tiene en el monedero de cada uno de nosotros, funciona “la ventana de Overton”, que ha hecho que el problema pase a ser una cuestión de conciencia y lástima, y no de soluciones que se les debe obligar a cumplir a los países de origen.

Claro, decir esto en voz alta es tachado de fascismo, de racismo, de poca humanidad. Acusaciones que serían asumibles si quienes las proclaman no fueran parte del negocio creado.
Por ejemplo, esas ministras con sueldos millonarios que esconden sus gastos inmorales bajo facturas oficiales. O esos colaboradores “desinteresados” pero a sueldo en ONGs, que reciben subvenciones y donaciones millonarias para rescatar náufragos, mientras hay paisanos sufriendo penurias.

Lo peor es que la gente inocente nos asomamos a la venta de Overton y nos dejamos impresionar por lo que nos muestran. Imágenes que han sido seleccionadas con intencionalidad. Y a fuerza de repetir esas imágenes trágicas de pateras y cayucos, se ha ido formando en nuestras mentes la idea de que nosotros somos los responsables del sufrimiento de otras personas, de otros pueblos. Y por medio de una regla de tres inverosímil, de que nosotros tenemos la obligación de salvar a la humanidad.
Soy consciente de que el nivel de alineamiento es alto, y que la “ventana” funciona espléndidamente consiguiendo sus objetivos, que nos creamos culpables de la miseria de otros.

En África, un continente muchísimo mayor que Europa, hay naciones ricas, desmesuradamente ricas. En África, hay recursos naturales desperdiciados y lo único que falta es educar a las personas oprimidas por el analfabetismo y decapitar a los asesinos que viven como reyes protegidos por las armas que EEUU y Rusia les venden alegremente.
Pero claro, es más fácil para los gobiernos, mirar para otro lado y seguir regalando el dinero que se recauda a los paisanos.

¡¡¡ Acuérdate dentro de un par de meses, cuando hagas tu declaración de la renta anual, cómo la ventana de Overton te afecta !!!

Escucho que la última noticia es que una empresa PRIVADA está recolectando en una Base de Datos PRIVADA la imagen escaneada de los iris de aquellas personas que voluntariamente se prestan a venderla.
El precio es ya de por sí mosqueante. Consiste en unas cuantas Criptomonedas que si se convirtieran hoy en dinero real vendrían a ser unos 7 euros. A cambio los incautos ceden a esa empresa los derechos de imagen de su iris. Y ninguno es capaz de decir si en la letra pequeña del documento que firman, hay clausulas preocupantes para su propio futuro.

En la actualidad los datos “legales” registrados en las distintas bases de datos gubernamentales es monstruosa. Además, las empresas privadas como son los bancos, las operadoras telefónicas, las aseguradoras, cualquier suministrador de servicios, e incluso los supermercados, guardan un bigdata que es capaz de perseguir con exactitud todos nuestros hábitos de consumo, nuestras acciones mercantiles, y mejor que nosotros mismos, todos nuestros desplazamientos físicos. La recogida datos es permanente y la ingenuidad con la que dejamos robar nuestra intimidad nos hace día a día más vulnerables.

Solo quedaba a nuestro favor, hasta hace poco, las características biométricas. Nuestra caligrafía al escribir, nuestra huella dactilar, nuestra voz y forma de hablar, nuestra imagen y forma de movernos, nuestro ADN y nuestros iris. Pero poco a poco el mundo digital está emulando estas peculiaridades.
Hoy falsificar la caligrafía, las huellas, la voz o la imagen en foto o en video de cualquiera, es ya tan fácil que da miedo solo pensar en qué puede pasar si alguien se empeña en suplantar nuestra vida.
Pero con este siguiente paso se demuestra que la estupidez humana es infinita y el mundo cada vez más está en manos de quienes no tienen pudor en robar a los demás.

Dando nuestros datos junto al escáner en alta definición del iris, estamos regalando nuestra penúltima identidad a no se sabe quién, ni para qué.
Pensando en futuribles, por ejemplo, cuando los bancos dentro de poco exijan un escáner de iris como única forma de acceder a tu cuenta bancaria, quién podrá asegurarte que los hoy “inocentes recopiladores de iris” no harán su agosto vendiendo millares de credenciales de acceso al mejor postor.
Y pensar “como no tengo nada, como no soy importante, no tengo de qué preocuparme” es la justificación estúpida que se dan los ingenuos, que desconocedores del futuro apuestan en su propia contra en el juego de la vida que ya de por sí no pone las cosas fáciles.
Hace poco un amigo muy cercano me contaba que en las vacaciones de navidad mientras estaba de visitas y compras le habían robado el teléfono móvil, y durante el día y medio que tardó en asegurase de que no lo había dejado olvidado en casa de los parientes visitados y dar de baja todos los servicios de pago automático con el móvil, le hicieron un agujero en la cuenta del banco a base de compras fraudulentas.

Sucumbir al futuro tecnológico es inevitable, pero ¿hacerlo sin la más mínima precaución?

Por casualidad, hoy he terminado viendo un YouTube de un señor (del que no voy a publicitar el nombre) que ha escrito el libro “EVIDENCIAS CIENTÍFICAS de la EXISTENCIA de DIOS”.
Para empezar diré que desde mi posición agnóstica sobre este tema, en toda la entrevista publicitaria acerca del libro, que dura hora y media, en ningún momento este señor ha dado ninguna evidencia científica sobre la existencia de Dios. Lo más cerca que ha estado de esa afirmación ha sido comentando el hecho de que ateos acerrimos, al final de su vida se han “convertido”. ¡Hombre, eso no es una evidencia científica!
Tampoco lo es, o por lo menos mi cerebro no lo entiende así, entender que para que se den casualidades tiene que haber una mente que las planifique.
¡Vamos a ver!, Que yo esté escribiendo ahora aquí en mi casa este comentario, y tú querido lector o lectora, en un futuro cercano o lejano, leas esto no tiene porqué ser una planificación exacta y premeditada de nadie, ni de nada.
En mi vida, mis padres podrían no haberme enseñado español; Mis profesores podrían no haberme enseñado a escribir; Mi suerte podría no haberme permitido tener esta casa, tener este PC, o tener en este momento acceso a una conexión de internet.
Por otro lado, en tu vida, tus padres podrían no haberte enseñado español; Tus profesores podrían no haberte enseñado a leer; Tu suerte podría no haberte permitido tener en este momento que me está leyendo una conexión a internet y ganas de leerme.
Pero a todos estos hechos consecutivos, yo no los llamo Dios, los llamo casualidades. Y la casualidad mayor para nosotros dos, por no irnos mucho más atrás, es que el espermatozoide de tu padre y del mío llegara al correspondiente óvulo de nuestras madres hace unos años (en mi caso muchísimos).
De haber ganado otro espermatozoide ¿Sería yo el escritor?¿Serías tú el lector o lectora?

Otro hecho fehaciente que según este señor demuestra que hay un Dios, es que el universo surgió hace un exacto número de millones de años por el BigBang.
¡Mal, mal, vamos mal!  
Recuerdo que una vez en el colegio de primaria, el profesor de química nos preguntaba uno a uno qué era para nosotros el universo. Entre las risas de mis compañeros y la burla del profesor, le contesté con mis trece o catorce años, que a mí el universo me parecía un átomo. Había objetos girando alrededor de otros. Y en realidad nadie me podía demostrar que no fuéramos la punta de un alfiler o un trocito de manzana que un ser inmensamente grande para nosotros se fuera a comer en ese preciso momento.
No necesariamente por esa contestación, pero yo siempre suspendí química y desde luego NADIE me ha demostrado nunca que no seamos una partícula elemental del átomo de un trocito de manzana que ya haya sido digerido por un ser inmensamente grande y que una vez expulsados de su organismo no estemos ahora en una inmensa cloaca.

Pero volvamos al tema: Dios.
A mí me parece que hay que ser más humildes. No somos una excepción en el universo. El problema es que las civilizaciones están tan tan lejísimas unas de otras que llegar a conocerse es muy improbable. De ahí que nuestra inteligencia íntima, personal y también colectiva, le tenga temor a la soledad. Necesitamos la idea de un ser supremo. De un todo poderoso que nos acompaña en todo momento, pero sobre todo en las desgracias.
No existe mayor desasosiego que pensar en la soledad suprema. Desde el vientre de nuestra madre lo que llamamos espíritu necesita una compañía a la que asirse. Si es a personas, a personas. Si es a un recuerdo de cariño, a un recuerdo. Pero en último extremo, a la “idea” de que hay algo, que a pesar de todo y de todos, está ahí con nosotros.
Y en ese sentimiento cae desde el más listo al más tonto, desde el más creyente al más ateo
A esa elucubración por cierto no hace falta rezarle. No hace falta que se demuestre su existencia. Y muchísimo menos que hayan “representantes, por la gracia de Dios” que establezcan reglas y normas de fidelidad a esa doctrina que ellos “por la gracia de Dios” representan, y casualmente comen de eso.

Si algo que evidencia científicamente la no existencia de Dios, es la variedad de religiones y de “representantes” en la tierra de esos poderes divinos. Y peor aún, cómo la excusa de esos dioses sirve para que los malvados lleven haciéndole el mal a otras personas desde hace milenios. Y creo que no hace falta poner ejemplos ni actuales, ni antiguos.  

Al final somos hormiguitas intentando definir lo que es el universo y quien lo controla, cuando lo único cierto científicamente es que los que menos tienen razón, son los que dicen saber la verdad.

Por supuesto hay temas candentes de mayor importancia en los que poder revolcarnos en un “a modo de” lucha en el barro. Donde se salpica bastante, se mancha todo, hay muchos gritos y aspamientos, pero al final todo queda en nada.
El inhumano Putin, el sangriento Netanyahu, el traidor Puigdemont, el ególatra Sánchez, o el eterno debate sobre la veracidad o fabulación contenida en el libro más famoso del mundo occidental: “la biblia”, son todos debates apetecibles para los que disfrutan discutiendo. Seguramente porque si no lo hicieran se aburrirían con su propia vida, o lo que es más malicioso, porque hacen de la discusión su medio de ganar dinero.
Para los que no nos gusta discutir, la naturaleza que nos rodea o las relaciones cotidianas nos tienen entretenidos con otras vicisitudes más palpables.
Por ejemplo ayer, aprovechando la festividad del “jueves santo” invité a mi familia a comer en un restaurante. Lejos quedan los años, cuando siendo los niños pequeños y nosotros jóvenes con un sueldo decente, podíamos permitirnos el ir a comer todos los fines de semana cada vez a un sitio. Hoy, los precios multiplicados y sobre todo el sueldo notablemente dividido, hacen que aquello parezca una realidad soñada.
Pero en fin…  
El caso es que a mis hijos y sus parejas les atrae comer en “Foster's Hollywood” y a mí, sinceramente, me da igual porque me llena más verle a ellos disfrutar, que yo comiendo delicatessen.
Así que allí nos metimos, primero esperando turno para entrar y luego encajonados en uno de esos cubículos de sillón corrido y bullicio popular. (¡En efecto, hay mucha gente en el mundo!)
La gracia del asunto es que a pesar de la afluencia, una vez que pedimos nuestra comanda a penas en veinte minutos teníamos en la mesa la docena larga de platos diferentes que habíamos pedido.
Mi agradecimiento grande por ello, pero si lo pensamos un poco, ¿Cómo es posible?

Todos sabemos que estas franquicias usan menús muy concretos (hamburguesas, alitas, nachos, ensaladas, etc) que ya tienen los productos precocinados y a la hora de servir solo calientan y emplatan, dándole la presentación visual que determina la marca. Pero es que este estilo de negocio de restauración que usa “alimentos de 5ª gama” ya es generalizado y no se limita a las cadenas de “comida rápida”.
Hoy la aplicación de estrategias de “Revenue Management“ hacen que sea difícil encontrar locales donde se cocine todo desde cero, a partir del momento en que el cliente elige su comida.

Es curiosa la clasificación de los alimentos. La gama de alimentos se clasifica de primera a quinta según su origen y tratamiento. Así se llaman:
De Primera gama, a aquellos alimentos frescos que no se han sometido a ningún tratamiento de conservación y los consideramos “frescos”. Tradicionalmente, las frutas, verduras, carnes, pescados y cereales crudos.
De Segunda gama, a las conservas. Productos que han sido sometidos a un proceso térmico y envasados al vacío. Este tipo de alimentos pueden mantenerse en buen estado varios meses, pero es importante vigilar la fecha de caducidad que detalla el fabricante.
De Tercera gama, a los productos congelados. Estos productos deben mantenerse siempre en el congelador. Y su mayor vigilancia debe ser que no se rompa la cadena del frío. Cosa que para el usuario final es difícil de comprobar.
De Cuarta gama, a los productos que han sido envasados al vacío o en atmosferas controladas. Típicamente son aquellos alimentos que se presentan cortados o pelados. Como los embutidos en rodaja, la fruta o la verdura y que son envasados en bolsas o recipientes al vacío.
Y de Quinta gama, a los productos precocinados “listos para consumir”. Que hasta ahora se encontraban solo como solución interna dentro de las grandes empresas de restauración y los servicios de comedor en aviones, trenes o barcos, para compactar sus almacenes, reducir sus cocinas in-situ y agilizar sus tiempos de respuesta al cliente. Pero que está imponiéndose como una vía rentable en todos los negocios de comedor.

Así que este es el dilema presente: O que estemos más de una hora esperando a que nos cocinen y sirvan la comanda, o que llegue pronto a la mesa y sea evidente que ya estaba medio cocinada.

Yo en particular agradezco la rapidez, pero ¿y tú?

manugar escribió:Por supuesto hay temas candentes de mayor importancia en los que poder revolcarnos en un “a modo de” lucha en el barro. Donde se salpica bastante, se mancha todo, hay muchos gritos y aspamientos, pero al final todo queda en nada.
El inhumano Putin, el sangriento Netanyahu, el traidor Puigdemont, el ególatra Sánchez, o el eterno debate sobre la veracidad o fabulación contenida en el libro más famoso del mundo occidental: “la biblia”, son todos debates apetecibles para los que disfrutan discutiendo. Seguramente porque si no lo hicieran se aburrirían con su propia vida, o lo que es más malicioso, porque hacen de la discusión su medio de ganar dinero.
Para los que no nos gusta discutir, la naturaleza que nos rodea o las relaciones cotidianas nos tienen entretenidos con otras vicisitudes más palpables.
Por ejemplo ayer, aprovechando la festividad del “jueves santo” invité a mi familia a comer en un restaurante. Lejos quedan los años, cuando siendo los niños pequeños y nosotros jóvenes con un sueldo decente, podíamos permitirnos el ir a comer todos los fines de semana cada vez a un sitio. Hoy, los precios multiplicados y sobre todo el sueldo notablemente dividido, hacen que aquello parezca una realidad soñada.
Pero en fin…  
El caso es que a mis hijos y sus parejas les atrae comer en “Foster's Hollywood” y a mí, sinceramente, me da igual porque me llena más verle a ellos disfrutar, que yo comiendo delicatessen.
Así que allí nos metimos, primero esperando turno para entrar y luego encajonados en uno de esos cubículos de sillón corrido y bullicio popular. (¡En efecto, hay mucha gente en el mundo!)
La gracia del asunto es que a pesar de la afluencia, una vez que pedimos nuestra comanda a penas en veinte minutos teníamos en la mesa la docena larga de platos diferentes que habíamos pedido.
Mi agradecimiento grande por ello, pero si lo pensamos un poco, ¿Cómo es posible?

Todos sabemos que estas franquicias usan menús muy concretos (hamburguesas, alitas, nachos, ensaladas, etc) que ya tienen los productos precocinados y a la hora de servir solo calientan y emplatan, dándole la presentación visual que determina la marca. Pero es que este estilo de negocio de restauración que usa “alimentos de 5ª gama” ya es generalizado y no se limita a las cadenas de “comida rápida”.
Hoy la aplicación de estrategias de “Revenue Management“ hacen que sea difícil encontrar locales donde se cocine todo desde cero, a partir del momento en que el cliente elige su comida.

Es curiosa la clasificación de los alimentos. La gama de alimentos se clasifica de primera a quinta según su origen y tratamiento. Así se llaman:
De Primera gama, a aquellos alimentos frescos que no se han sometido a ningún tratamiento de conservación y los consideramos “frescos”. Tradicionalmente, las frutas, verduras, carnes, pescados y cereales crudos.
De Segunda gama, a las conservas. Productos que han sido sometidos a un proceso térmico y envasados al vacío. Este tipo de alimentos pueden mantenerse en buen estado varios meses, pero es importante vigilar la fecha de caducidad que detalla el fabricante.
De Tercera gama, a los productos congelados. Estos productos deben mantenerse siempre en el congelador. Y su mayor vigilancia debe ser que no se rompa la cadena del frío. Cosa que para el usuario final es difícil de comprobar.
De Cuarta gama, a los productos que han sido envasados al vacío o en atmosferas controladas. Típicamente son aquellos alimentos que se presentan cortados o pelados. Como los embutidos en rodaja, la fruta o la verdura y que son envasados en bolsas o recipientes al vacío.
Y de Quinta gama, a los productos precocinados “listos para consumir”. Que hasta ahora se encontraban solo como solución interna dentro de las grandes empresas de restauración y los servicios de comedor en aviones, trenes o barcos, para compactar sus almacenes, reducir sus cocinas in-situ y agilizar sus tiempos de respuesta al cliente. Pero que está imponiéndose como una vía rentable en todos los negocios de comedor.

Así que este es el dilema presente: O que estemos más de una hora esperando a que nos cocinen y sirvan la comanda, o que llegue pronto a la mesa y sea evidente que ya estaba medio cocinada.

Yo en particular agradezco la rapidez, pero ¿y tú?

Oh!! Pues la verdad es que no suelo salir a comer por ahí y soy mucho de usar primera y tercera gamas, y en casa.
Pero, has nombrado el Foster's Hollywood y reconozco que siempre me he rendido a los pies de su hamburguesa Benedictus(***)!!
No lo puedo remediar!!! Si voy al centro comercial Gran Casa de Zgza, la Benedictus me llama a grito pelado!!!!!!

Eso sí, los demás restaurantes de comida rápida, ni pasar por delante! Sólo oler la fritanga que sale de ahí, y salgo corriendo hacia otro lado.
Pero las patatas del Foster que acompañan la Benedictus... parecen hasta caseras.



(***) Es que ésta no parece hecha con carne de burra vieja. Además, tan apenas como carne en casa, pero ésa me atrapa!